Originaria del Bronx, judía, lesbiana, feminista radical, Joanna Russ (1937-2011) estudió en Cornell con Nabokov, enseñó en la Universidad de Washington, nn la década de 1960 se publicaron cuentos, seguidos de ensayos y novelas.entre las que destacan las siguientes El hombre femenino (1975) traducido al italiano en 1989 con el mismo título.
En la época de la universidad, cuando madura en ella la necesidad de escribir, se da cuenta de que no tiene experiencia vital, se siente inadecuada, piensa que no puede encajar en la Gran Literatura, y por eso elige conscientemente escribir cosas que nadie conoce, elige la ciencia ficción. De esta admisión de insuficiencia, el hilo conductor de Prohibido escribir. Cómo ahogar la escritura de las mujeres, (Sociedad para la Enciclopedia de la Mujer 2021, Cómo suprimir la escritura de las mujeres, 1983), el autor lo utiliza para cribar el vasto campo de la literatura, con algunas incursiones en las otras artes, para construir una jaula interpretativa que desenmascara el interminable intento de impedir que las mujeres se sientan y sean consideradas escritoras por derecho propio.
Consciente de las limitaciones de la encuesta, el autor restringe el campo al ámbito anglosajón y a una selección subjetiva de referencias.que otros continúen su trabajo de desenmascaramiento.. Comienza con el prohibición de la educación para las mujeresDe la prohibición formal, una vez conseguida la educación obligatoria para todos, se pasó a la prohibición informal, cuyas trampas Russ se encarga de desvelar, en primer lugar, y de forma demasiado evidente, la pobreza y la falta de tiempo. Conviene recordar que incluso las mujeres de clase media han estado, durante demasiado tiempo y a menudo siguen estando, económicamente a merced de sus maridos.
Pero vayamos al corazón de la insidia, la sutil, introyectada en la conciencia de todos. La desincentivo es perpetrada por los padres, los amigos, los hermanos, los editores, los posibles colegas, todos los cuales instan a la aspirante a escritora a recluirse en su propio redil para no hacer el ridículo, no exponerse, a nadie le interesan sus argumentos que se consideran residuales, muchos de ellos están en mala fe. Las escritoras se sienten divididas entre el deseo y el destinono pueden ser perfectos en ambas cosas, a veces eligen la única perfección posible, la de la muerte, como Sylvia Plath.
La denegación de laagencia, o del autoría El escritor recorre los siglos XIX y XX con la fuerza de un herbicida. Si no se puede demostrar que ella no escribió, se sugiere que fue su hermano o su marido, o el hombre que hay en ella, se sospecha que está virilizada, o se la juzga como mujer, no como escritora. Que una mujer escriba se juzga indecoroso porque habla de asuntos considerados "confesionales", es decir, inmorales, muchos eligen seudónimos masculinos. La depreciación del mundo experiencial femenino pretende confirmar la centralidad de laacción masculina que constituye el único canon autorizado. La falsa categorización tiende a menospreciar a la escritora, a marginarla, acusándola de regionalismo si habla de su tierra, tratándola como un caso aislado, minoritario, egocéntrico, ignorante. Ella lo escribió pero no hay nadie como ella, me lo escribió a míLo has escrito tú, pero tiene una relevancia limitada y es de un solo tipoy así sucesivamente. E. M. Forster declara que Virginia Woolf no es una gran escritora porque no tiene una gran causa en su corazón.
Expulsado de antologías, enciclopedias, ensayos literarios, manuales universitarios, aparecen aquí y allá con citas parciales de sus obras, sin ningún vínculo entre ellas, de la nada. Aislamiento e la anomalíacomo en el caso del Dickinsonse remontan a la falta de educación formal y a la sospecha de excentricidad. En el mejor de los casos se consideran intuitivoincapaz de inteligencia y aprendizaje, de racionalidad, sin modelos en los que basarse.
Prohibición de escribir es una mina de citas con las que recorrer siglos de atestados de inferioridad en la escritura femenina. Para quienes emprenden o han emprendido este camino, el ensayo de Joanna Russ es un viático; publicado hace treinta años, el libro sigue siendo un chaleco antibalas capaz de interceptar las insidiosas formas de prohibición informal, de desincentivación, sólo parcialmente mitigadas hoy por el poder de las lectoras de condicionar el mercado al elegir leer a mujeres. Pero el dilema inicial de Joanna Russ, de poder formar parte de la Gran Literatura, sigue intacto hasta hoy.
Eliana Bouchard