El feminismo radical hace tiempo que dejó de utilizar el término "género". para nombrar la diferencia sexual. De hecho, ya no lo utiliza en absoluto: "mujeres y hombres" o incluso "los dos sexos" son palabras que encajan muy bien y tienen la ventaja de que no pueden ser malinterpretados. La lengua es el entorno humano, el mundo se construye con palabras, por eso hay que elegirlas con cuidado.
Desde los años 90 la palabra género se ha redefinido completamente. Mary Daly profetizado: las mujeres ya no se hablará de ellas, desaparecerán en la niebla del género. Más concretamente, como hemos visto, se intenta sustituir a las mujeres por la libre elección de la identidad de género, a las madres por las personas que dan a luz, a la lactancia materna por el pecho y el resto que conocemos.
Todo esto no se refleja en la experiencia real en la que las mujeres siguen siendo mujeres y los hombres hombres, con lo que se sigue de esta naturalidad. Se trata de resistir la deriva liberal-alucinatoria. A las chicas les cuesta un poco, pero las estamos ayudando a equiparse y a entender.
La larga ola de "género" da la vuelta al lenguaje de la política y las instituciones y ahí también hay que ayudar. Afortunadamente, aún estamos lejos de la perentoriedad de la orden ejecutiva de Joe Bidenque sustituye completamente a las mujeres por la identidad de género: el Ley Zan contra la homobiotransfobia intenta poner la identidad de género en el centro de todo, pero de momento está atascada en el atolladero entre la Cámara y el Senado, todavía hay tiempo para trabajar en ella.
El nuevo primer ministro Mario Draghi no parece estar orientado por la política de identidad de género pero ni siquiera él renuncia a la comodidad "moderna" del término "género". En su discurso ante el Senado, dijo: "Italia tiene hoy una de las peores las diferencias salariales entre géneros en Europa, así como una escasez crónica de mujeres en puestos de alta dirección... Un verdadero igualdad de género no significa un respeto farisaico de las cuotas rosas exigidas por la ley: exige que se garanticen la igualdad de condiciones entre géneros. Tenemos la intención de trabajar en esta dirección...", etc.
La forma en que Draghi utiliza este término, por supuesto, no tiene nada que ver con la redefinición de la corriente principal, con "menstruadores", "personas con cérvix" y toda la nefasta lingüística del léxico trans-neopatriarcal. Pero los hombres y las mujeres también estarían bien porque el la brecha salarial y la discriminación económica son experiencias reservadas a las mujeres, especialmente a las que han dado a luz con su cuerpo o lo están planeando, contraviniendo escandalosamente las normas de conducta exigidas al perfecto neutrum oeconomicum (Ivan Illich). Por no hablar de la violencia de géneroeufemismo y contribuye a ocultar el horror de la violencia masculina contra las mujeres.
Por eso es de esperar que el término género también desaparezca por completo del léxico político institucional, e debemos trabajar en esta modernización.
El lenguaje de la ministra de Igualdad de Oportunidades, Elena Bonetti, también debería modernizarse. Su uso de la fórmula "problema de las mujeres nos ha llevado de nuevo a la 1950s. El movimiento feminista ha pasado las muchas décadas posteriores -e incluso las anteriores- demostrando que si hay un problema es sólo masculinoEs elincapacidad de los hombres para mantenerse erguidos asumiendo una postura distinta a la de dominio. Es extraño que una Ministra de Igualdad de Oportunidades no sepa nada al respecto.
Marina Terragni