Empezando por el doloroso asunto del bebé muerto en el hospital Pertini de Roma -probablemente asfixia accidental, la justicia averiguará las causas: también podría ser "muerte de cuna" u otra cosa- muchos y muchas concluyen que el rooming-in es una práctica peligrosa y errónea y que los niños deben permanecer en guarderías.
Sin embargo, recuerdo que en el pasado, las mujeres han luchado mucho para conseguir alojamiento y por razones más que obvias: no separarse del recién nacido tras los largos nueve meses, no obstaculizar el desarrollo del apego y la posibilidad de amamantarlo enseguida como ocurría cuando las mujeres daban a luz en casa y el recién nacido se quedaba con ellas con la asistencia de abuelas, hermanas y amigas. Yo no tuve rooming-in cuando di a luz, y todavía estoy furiosa por la separación.
También dar el pecho en la cama, lo que se considera una práctica peligrosapara los partos en casa -que no eran "levantados" inmediatamente y permanecían inmóviles durante días- era la norma. Lo que no sería normal, y sigue sin serlo, es dejar a madre e hijo solos y sin los cuidados adecuadosCuando nació mi hermano, yo misma, que aún era muy joven, me encargué de proporcionarle la manutención mínima.
El gran error es la soledad de las madres, no el alojamiento. Una mujer que acaba de dar a luz necesita cuidados, cercanía y afecto, aunque todo haya ido bien y se encuentre bien. Hay que quitarle al bebé de los brazos cuando necesite descansar y pensar en otra cosa. Lo que se necesita entonces no son guarderías, sino una persona que esté a su lado -el padre del niño, la abuela, la tía, el amigo- especialmente en una situación dramática de escasez de personal médico y paramédico como la que se vive hoy en día no sólo en las salas de obstetricia, sino en cualquier sala, empezando por las de urgencias.
En Lombardía, por ejemplo, se aprobó recientemente una disposición que permite a los familiares de pacientes ingresados en urgencias astanterie -donde desgraciadamente uno suele quedarse mucho tiempo-.para estar cerca de su ser querido, sobre todo si son ancianos o frágiles. Esta es la dirección en la que hay que avanzar: obtener la posibilidad de que un familiar pueda permanecer en la sala junto a la nueva madre y prestarle toda la asistencia necesaria. La cuestión de Covid no puede seguir siendo un obstáculo: con torunda y mascarilla se dan todas las condiciones de seguridad necesarias.
Luego está la cuestión -grande y general- de la violencia obstétrica, hoy agravada por la escasez de personal. Pero limitémonos a este aspecto.
Marina Terragni