Volver a enviar el ddl Zan, en el Senado con muy pocas posibilidades de ser aprobado -cuando otras soluciones, como el proyecto Scalfarotto, habrían asegurado una ley contra la homobitransfobia-. El secretario del PD, Letta, ha subrayado en varias ocasiones que la cuestión de los derechos es decisiva para su partido.
Tema de derechos que, sin embargo, es siempre se coloca como un complemento, al lado de cuestiones consideradas mucho más importantes: la guerra, por supuesto, las cuestiones económicas, pero también simplemente la ley electoral.
En realidad, la mayor parte del juego político actual se juega en lo que se llama "derechos".
Es cierto que el vientre de alquiler o la hormonización de los niños o la libre identidad de género son cuestiones que parecen preocupar sólo a una minoría de la población. Pero hoy, 33 años después del final de la Guerra Fría, son precisamente estas cuestiones las que delimitan el horizonte en el que uno se mueve -o de otra manera, al que se resiste-.
Estos temas son lo que llamamos horizonte posthumano o transhumano, que piensa en la humanidad natural como algo arcaico y superable. Lo que las tecnologías permiten hacer se vuelve inmediatamente lícito y deseable. Lo humano ya no constituye un modelo para las máquinas; al contrario, son las máquinas las que son modelos para la corporalidad humana, desde el momento de la reproducción.
El mismo campo político progresista que aboga por la preservación de la naturaleza y el medio ambiente promueve así el desempoderamiento de la madre y la desnaturalización de lo humano.
El horizonte transhumano se presenta como un destino ineludible, pero no es así.
Ivan Illichpadre del ecologismo contemporáneo, en El género. Para una crítica histórica de la igualdad- profetizó que las cosas podrían terminar así, explicando que la desaparición del sexo en dirección al neutro "es la condición decisiva para el surgimiento del capitalismo y un modo de vida que depende de los bienes producidos industrialmente". e "degrada a las mujeres (...) incluso más que a los hombres". por qué 'el lenguaje común de la era industrial es simultáneamente neutral y sexista", y concluyó afirmando que "el crecimiento negativo es necesario para reducir el sexismo".
La lucha contra el capitalismo desregulado y la lucha por la libertad de las mujeres, la resistencia a la neutralización y la oposición al mercantilismo conforman así un único objetivo que podría denominarse "supervivencia del mundo humano". Porque, explica Illich, "la lucha contra el sexismo coincide con los esfuerzos para reducir la destrucción del medio ambiente y los intentos de desafiar el monopolio radical de los bienes y servicios sobre las necesidades"..
Afirmar que el cuerpo existe, dejarla pensar y hablar, es un paso previo ineludible contra la invasión del patriarcado.
Resistirse a ser mujeres es el primer paso en esta lucha no violenta.
La alternativa al modelo transhumano es la civilización con raíces femeninas ya no se basa en el individuo y sus derechos, sino mantiene la relación en el centro entendido como un átomo social indivisible. En esta clave, por ejemplo, sería importante pensar en un derecho cuyo sujeto sea la relación, y no ya el individuo: una tarea enorme y revolucionaria.
Esta es la dirección en la que queremos avanzar, entendiendo estas cuestiones -que no pueden evitarse, como suele ocurrir, porque se consideran "divisorias"- como ultrapolíticas: la mayor parte del juego se desarrolla allí.
El modelo transhumano se presenta como único, ineludible e invencible: no es.
Puede ser amargo darse cuenta, muchos de nosotros que venimos de un entorno de izquierda, que el modelo transhumano es perseguido y propagado por los mismos progresistas y liberales en todo el Occidente democrático. Pero hay demasiadas cosas por las que amargarse.
Marina Terragni