Si el feminismo es 'partir de uno mismo' es de mí de quien quiero partirpor lo que experimenté después el horrible asesinato de la joven Michelle en Primavalle (en la foto) ver a dos mujeres con carteles (hecho profesionalmente en alguna imprenta profesional, no a rotulador sobre cartulina) donde se reiteró de manera perentoria que no hay que proteger a las niñas, sino educar a los niños. Mantra que se nos repite en cada caso de violación, la apelación a una feducación antomática de los varones que una no sabe exactamente lo que es, y todo esto me provoca cada vez más una sensación de disonancia cognitiva. En los últimos días he escrito sobre ello en las redes sociales y he encontrado una sensación de liberación por parte de muchas otras mujeres: por fin una que había tenido el valor de romper un muro de miedo. Otros, en cambio, han criticado aludiendo a un plan político -que no se sabe exactamente de qué se trata-: si esperamos al tiempo de las instituciones, la matanza de nuestras hijas y hermanas continuará sin fin.
¿Qué puede haber más "político" que contratar a mujeres más jóvenes? de niñas y chicas? ¿Por qué no trasladar las preocupaciones maternas al plano del interés colectivo? que tantos sienten la necesidad y (me atrevería a decir) incluso el deber de expresar?
Me llama la atención la facilidad e ingenuidad con la que muchos ensalzan la Gulabi Bandas indiasLas patrullas de mujeres vestidas de rosa que recorren los empobrecidos campos de la India armadas con palos, dispuestas a defender a sus pobres hermanas obligadas a abandonar sus hogares en mitad de la noche para hacer sus necesidades corporales. En casa, la música es diferente: las patrullas tienen un aire de derechas, Exigir el control del territorio es aún más aterrador, por lo que nos limitamos a ingenuos paseos para "recuperar las calles". También porque la violencia contra las mujeres se produce en todas partes: en el hogar, en la calle y en la discoteca de lujo, en el trabajo y en la escuela.
La solución sería la educación masculina, cuyos contornos y contenido se nos escapan.
Así que ¿nuestra seguridad depende de los estados de ánimo, el control y la conciencia logrados por los hombres? El problema es que no me fío de los hombres, y no me fío porque los conozco. ¿Porque decir que quiero defenderme, que debo defenderme, sería revictimizar a las mujeres? ¿Quién dice esto y por qué, y a quién beneficia? La mayoría de los jóvenes varones han crecido a base de pan, violencia y pornografía: ¿hasta qué punto puede afectar a esto una educación en afectividad y sexualidad sana, aunque sea obediente? pedagogía inversa, a esta insensibilización continua? ¿Y sobre quién recaería esta carga? ¿A las familias? ¿A la escuela? ¿Y en base a qué contenidos? Por qué quienes repiten como un mantra la necesidad no de reprimir sino de educar apoyan la pornografía "libre" y el trabajo sexual "libre"?
Asisto consternado a la ingenuidad, de nuevo en mi opinión inducida y hetero-dirigida, de tantos niñas precozmente erotizadasatuendos guiñolescos desde la infancia, actitudes adultizadas en contextos inapropiados, un consumo inmoderado de alcohol (borracheras) que antes sólo se producían en contextos especialmente marginales y desfavorecidos, sin una necesaria conciencia de los riesgos y consecuencias que puede tener. Señales inequívocas para uso y consumo de aquellos varones a los que se quiere educar con palabras. Periódicos autorizados (alineados en la historia de los varones a educar) que inducir a las jóvenes a renunciar a perspectivas laborales y económicas precarias y poco rentables y lanzarse de cabeza al nuevo Eldorado de Only Fans. y plataformas similares.
Mientras otro hace academia, ¿qué puedo hacer yo? ¿Por qué debo callar, por qué no debo advertir a una hija y recordarle que en teoría sí, que tiene derecho a vestirse como quiera, a beber cuanto quiera, a pasear libremente incluso a altas horas de la noche y sola, y que nadie tiene por qué hacerle daño por ello. Pero incluso aquí -disonancia cognitiva- sabemos muy bien que no es así, que no es más que una mentira lamentable y a mí me enseñaron que las mentiras no se deben decir sobre todo a los más pequeños. Y así, Como mujer y feminista, quiero poder decirle a una hija, real o simbólica, que debe protegerse, evaluar los contextos para comprender lo que no debe decir o hacer para volver a casa ilesa; Quiero decirte que un violador o un asesino puede estar en cualquier parte, el vagabundo pero también el profesional, el niño de papá, el amigo, el profesor, el médico, el cura. Debe saber vivir en este mundo y vivirlo plenamente pero siempre con los ojos abiertos; Quiero decirte que si tomas alcohol y sustancias que merman tu lucidez, corres el riesgo de acabar a merced de hombres que no son tus amigos; que si quema la vela en las costuras, como todos hemos querido hacer, debe estar despierta y preparada para afrontar los riesgos que ello conlleva.
Y como no tengo ni puedo proteger a esta hija en todas partes, quiero que aprenda a pegar fuerte, como las mujeres indias de las que tanto nos gusta hablar, a huir y dar el golpe justo para librarse de un agarre fatal. Pero como no todo el mundo sabe dar patadas y puñetazos, quiero que no sólo imparta esta educación fantasma las instituciones también actúan con dureza y severidad, sin descuentos para nadie, con sanciones adecuadas paraa devastación física y psicológica que la violencia provoca en quienes la sufren. Pero nos cuesta incluso pedirlo, el tintineo de las esposas nos asusta y desencadena mecanismos de autocensura.
Quería partir de mí, de lo que siento como madre y de lo que (estoy convencida) toda madre siente por su propia hija o por las chicas con las que mantiene una relación. Pero quizás sea precisamente hablar como madres lo que nos inhibemadre no está de moda hoy en día. ¿Y si en vez de eso empezamos por aquí? si utilizáramos nuestra experiencia vital, nuestra autoridad y nuestros sentimientos para dar el gran salto, para elevarnos desde aquí al plano de la política como regulación de la vida en la ciudad?
Las ciudades están habitadas por mujeres y niñas que quieren vivir felices. ¿Quién gestiona, protege, apoya y cuida a las generaciones más jóvenes? Nombrarnos madres es política.
Valeria Damiani
En respuesta y en diálogo con el documento anterior sobre el papel de las madres en relación con la violencia machista.
Que es necesaria una reflexión compartida y feminista sobre la violencia machista y las acciones a tomar como mujeres y madres, estamos totalmente de acuerdo contigo.
Al contrario, aprovechamos esta oportunidad para iniciar un diálogo. Porque necesitamos ampliarlo, compartirlo y hacerlo abierto. Todos están invitados a intervenir. Con cuidado, si es posible, de no caer en la dinámica polarizadora a favor o en contra típica de las redes sociales. Y de la tendencia pseudopolítica actual. Con la sencillez de la conversación entre mujeres.
Todas las mujeres. Y precisamente esto, es una práctica necesaria, a recuperar, en nuestra opinión. Y como tal, feminista. Ser feminista es revolucionario, valiente, incómodo. El feminismo no es un movimiento visceral, ni una moda, ni una campaña electoral o de marketing. No estamos en venta y tampoco nuestras vidas y las de nuestras hijas.
El feminismo tiene que ver con las mujeres. Ante todo. Y defender, hablar, razonar sobre nuestras vidas, derechos y seguridad, es feminista.
Como mujeres y madres de MaternaMente, sabemos lo que significa la violencia machista, la conocemos en nuestra propia piel y en la de nuestras hijas y hermanas cercanas y lejanas, presentes y pasadas. Este es un punto en el que "desgraciadamente y por fin", hemos abierto los ojos. Ahora, aquí, el problema es, cómo y qué hacer al respecto. Cómo transmitir esta conciencia, que es también una fuerza, a nuestras hijas.
Nuestro análisis nos dice que la violencia es sistémica e institucional, es decir, "fundacional" de la sociedad patriarcal, hecha de normas y lenguaje y pensamiento, masculinocéntrica, en la que global e históricamente estamos inmersas. Fragilizadas y chantajeables por haber introyectado los disvalores del patriarcado, nos hemos convertido, más o menos, en siervas de este sistema de disvalores. Por eso creemos que debemos recuperar nuestro saber, nuestra conciencia "de clase" como mujeres y como madres. Reconocernos y nombrarnos. Como práctica cotidiana y política.
La única manera de sentirse y estar más seguro. Y no. No es anti-macho unirse entre mujeres. Reclamar espacios físicos y metafóricos sólo para nosotras. Es necesario y urgente. Y es bueno para todos.
El sistema patriarcal, por próspero y fuerte que sea, es un fracaso de época, precisamente porque es enemigo de las mujeres y del planeta. Ha construido una sociedad no apta para nosotras, para los niños, para nuestra salud, para nuestros derechos. Está descaradamente ante los ojos de todos y cada uno de nosotros.
Y es nuestra responsabilidad no sólo para con nosotras mismas, sino ante todo para con nuestros hijos e hijas, reanudar, con más fuerza que nunca, nuestro camino en este sentido, desempeñando el papel que nos corresponde: como seres humanos femeninos adultos. Y esto es "maternal". Tanto si tenemos un hijo propio como si no.
Maternal es también cuidar y hacerse cargo, sentir y aceptar la responsabilidad. Con amor. Que no es un sentimiento romántico (patriarcal) sino una facultad y forma de inteligencia. Y si es necesario, también se utiliza esa fuerza. ¿Conoces a la loba madre con el lobezno o al macho de turno? A veces hace falta un gruñido bien dado.
Genevieve Vaughan nos dice entonces, que lo Maternal es el Sistema sobre el que se funda la sociedad. Incluso la patriarcal. Y que este último es como un parásito de lo Maternal. Feminista.
Por tanto, es necesario un enorme trabajo sobre nosotros mismos. Porque tenemos que aprender a reconocer las formas milenarias de desviación y manipulación. Los mecanismos. Las adicciones malsanas. Hasta reconocer precisamente la violencia. Porque está tan incrustada en cada célula de nuestro vivir cuerpo-mente personal y político que es invisible. Y, por tanto, nosotros mismos nos volvemos y somos invisibles. Borrados. Tanto que incluso, como un sistema inmunológico enloquecido, defendemos lo patológico y no lo sano. A los violentos y no a las víctimas. Este borrado milenario nuestro es y ha sido promulgado porque somos esa parte de la población humana depositaria de ese poder creador y generador. Y sobre esto nos remitimos a extensas lecturas y reflexiones. Las consecuencias son evidentes. Las cosas no funcionan. Cuando las niñas se sienten invisibles por lo que realmente son, cuando la relación materna es obliterada, y patologizada y criminalizada como ocurre cada día, incluso en los tribunales, gracias a leyes ad hoc como la 54/2006 y las teorías gardnerianas del síndrome de alienación parental, ahora de la madre controladora, malévola, adhesiva, hostil, etc....) pasan cosas. Es un llamamiento al sentido de la responsabilidad y a "atenerse a los hechos". Las consecuencias son dramáticas. Ejemplos de ello son una serie de comportamientos y problemas relacionales y psicosociales típicos de nuestro tiempo. Pensemos, por ejemplo, en los trastornos alimentarios. Pensemos en las adicciones. Pensemos en la violencia en el ámbito sexual. El porno como modelo educativo, y pobre de ti si planteas una duda o haces una crítica, que vuelves a ser borrado y demonizado. Este es el mecanismo. Patologizar y demonizar a la madre. La sana respuesta inmunitaria.
La tecnología y la ciencia no están al servicio, funcionales para el bien-real de todos y todas en una perspectiva 'in-divina' propia de un sentido de responsabilidad, sino que son meras herramientas para mantener el poder y el control, de hoy-como-ayer, de nuevo, para muy pocos, propio de un comportamiento infantil-irresponsable. Es decir, no son más que, tal y como se utilizan, una versión "reciclada" y en descomposición de una voluntad podrida y tóxica por ahora. Que aunque tuviera sentido en un hipotético contexto temporal restringido en el pasado, hoy nos obliga a comernos nuestra propia mierda. Y perdonen mi lenguaje, pero esto es.
Por tanto, haciendo un esfuerzo, ante todo, de concienciación y responsabilidad, damos ejemplo. Y, por tanto, una ayuda para nuestras hijas.
Hay que hablar con ellos. Hay que hacerlo con delicadeza y elegancia. Día tras día.
Leer juntos cuentos e historias y comentarlos. Comentar acontecimientos y experiencias. Aprovechar las oportunidades que ellos y la vida nos pongan delante. No debemos hacerles daño. Porque los jóvenes e inocentes aún tienen esa curiosidad y confianza en el mundo y en las personas, necesaria para crecer y convertirse en futuras mujeres fuertes y futuras madres (siempre entendidas en el sentido biológico y más allá). Pero también es necesario decirles a veces cosas incómodas. Sin dramatismo y sin miedo. Porque tarde o temprano, si tienen la suerte de no tener ya una persona violenta dentro de casa, tendrán que asumirlo. Eso también es un hecho.
Donde la violencia machista es banalizada, obliterada y reducida a un conflicto incluso en nuestros tribunales, donde el violador o el feminicida es siempre "justificado" y la mujer o la niña reducida a "la autora de la violencia machista", pues bien, es absolutamente necesario asumir el papel "maternal" del discernimiento. De juicio en un sentido sano. Esto está mal. Esto está mal. Esto y esto. Y esto es bueno, sano, por esto y por esto otro.
Por no hablar de la instrumentalización que la política institucional hace de la violencia, la violencia sexual, la violación, el feminicidio (sabemos bien que la violación es históricamente un instrumento de control y de poder, incluso en las guerras). Si el violador o el feminicida es un personaje del mundo del espectáculo, la violencia se convierte en espectacular, si la protagoniza el hijo de un político de derechas, la izquierda eleva su indignación a lo más alto, olvidando cuántas veces ha ocurrido lo contrario. En un eterno teatro autoalimentado, del que sinceramente estamos bastante cansados. Un aburrimiento sin fin. Y mientras tanto la violencia prospera. Morimos. El patriarcado prospera con ella.
Dicho esto, ¿qué hacer? Como ya hemos dicho, no confiamos en las soluciones propagandísticas que siempre se idean desde dentro del sistema. Creemos en la fuerza de las mujeres, entre las mujeres, para las mujeres. Ellas en sí mismas, no representando, al sistema patriarcal. Eso sí, siempre que hayamos desenmascarado el patriarcado fuera y dentro de ellas. Esto es lo primero que hay que hacer.
Y volvemos al discurso de la responsabilidad. Porque si bien la violencia es histórica y contextualmente masculina. En todos los frentes. Por otro, mientras intentamos destapar esta caja de Pandora, necesitamos proteger a estas hijas nuestras. Biológicas y no biológicas. Y necesitamos hacerlo bien y de inmediato.
Instrumento es, nombrar, la violencia inherente a todas las esferas de la vida. Nombrar la violencia masculina. Pero esto nos concierne ante todo a los adultos. Hablamos del mundo de los adultos y, reconozcámoslo, ya apesta bastante en ese aspecto. Sólo esto ya es violento. Irresponsable. Misógino. Y nuestras hijas tienen que ser capaces de no salir a la calle sin un mínimo de protección, de atención, que provenga de la conciencia y no del miedo. Aunque una buena dosis de miedo no es mala y a veces puede salvarnos la vida.
Como mujeres y madres, por tanto, también sabemos que necesitamos leyes a nuestra medida. Y que lejos de querer justicialismo, es necesario un aparato punitivo que nos sirva. Entonces podemos hablar de reeducación, etc....No la queremos. No queremos castigos ejemplares sino castigos justos. Y queremos que nuestras hijas lo sepan por sí mismas.
Somos la mitad de la raza humana. Votamos. La política patriarcal quiere que nos callemos o sirvamos.
No, gracias.
Como mujeres y madres de MaternaMente, sabemos bien que el ataque a lo maternal esconde mucho más que casos individuales de injusticia o violencia. Lo que ocurre fuera de los juzgados, en el ensordecedor silencio colectivo, es lo mismo que ocurre dentro de ellos. El resultado es siempre el mismo.
Por una mujer que denuncia hay cien veces más que no lo hacen. Porque si denunciamos sufrimos una revictimización infame y despiadada. Si somos madres, por tanto doblemente chantajeables, por nuestros hijos, la cosa empeora mucho. Somos borradas junto con la violencia que sufrimos. Somos ridiculizadas, degradadas, humilladas. Empobrecidas. Denunciar cuesta dinero. La violencia económica es una de las primeras. Y la violencia nos cuesta a todos.
Incapaz de cumplir la función materna. De protección normal y saludable frente a la violencia doméstica. Nos quitan a nuestros hijos si denuncias. Italia es un país en claro retroceso en materia de derechos reales. Y qué decir de la propaganda de la cosificación de la "maternidad". Doble cosificación, la de la madre y la del hijo.
Bueno, este es otro de los disfraces disfrazados de progresismo, a través del cual opera el patriarcado. Sigue imperturbable como siempre. El método siempre el mismo. Te reduzco a un objeto. Y también simbólica e inconscientemente he creado un borrado deshumanizador, a nivel colectivo.
Y todo esto debilita una y otra vez nuestra voz y nuestra autoridad.
Entonces, ¿qué podemos hacer como mujeres y madres?
Preparar a nuestras hijas. Sí. Pero no antes de prepararnos nosotros. Ellas aprenden de nosotras. Madres. Mujeres adultas de la raza humana. No debemos darles contenido preenvasado. Incluso cuando nos ven afrontar dificultades. Cuando precisamente les damos nuestro oído y nuestro amor. Al hacerlo, ya estamos construyendo un modelo diferente de sociedad. Empecemos por nosotros, o no produciremos ningún cambio. Retomemos con fuerza la participación compartida, activa y política. Pongamos nombre a la diferencia que nos hace fuertes pero también frágiles frente al sistema patriarcal.
Nuestra voz debe alzarse alto. Esta lo hace. Para llenar ese vacío de sentido.
Por eso no creemos en la propaganda del sistema dirigida a los llamados jóvenes. Más bien creemos en el trabajo y en desempeñar el papel natural de "madres".
El problema es el modelo adulto. Asumamos nuestra responsabilidad. Liberemos a los niños y niñas. Demos ejemplo. No abramos (o al menos intentemos cerrar) las puertas al adoctrinamiento.
No sé si he conseguido incluir al menos un aspecto útil para la reflexión.
Paola Pieri para MaternaMente