Texto de Paola Pieri, del grupo MaternaMente.
El pasado jueves, 23 de marzo, me presento ante en el hospital Careggiaquí en Florencia, donde se celebraba un pequeño presidium por "Resistencia del nanomundo"presente Silvia Gueriniautor del libro 'Del cuerpo neutro al cyborg posthumano, reflexiones críticas sobre la ideología de género". Presidium convocado allí porque es donde decenas de menores y otras personas con "disforia de género" son tratadas en el servicio de endocrinologíatratados con bloqueadores de la pubertad, hormonas y otras cosas previstas en el protocolo médico actual. Un protocolo que también ha sido discutido recientemente, en varios reportajes de televisión, incluyendo el más reciente de Nicola Porro, Quarta Repubblica, con invitados conocedores y expertos.
En pocas palabras: llego al presidium y me recibe una chica con unos folletos, que obviamente cojo y leo. Un momento después llega Silvia, a la que aún no había conocido en persona y por tanto no reconocí. Inmediatamente cambia la actitud de la chica. Modo "Despliegue. Me identifican inmediatamente como el enemigo. Delante del hospital había, en resumen, cuatro personas, tres hombres y una mujer, con una pancarta que decía no a la medicalización de los niños y a los bloqueadores de la pubertad que estaban tratando de entregar un volante. Y cerca de 20 personas, que los estaban impugnando.
De momento, nada grave. Lástima que estos últimos (los manifestantes) hubieran obtenido permiso de la jefatura de policía para la guarnición y el volanteo, había arrebatado los folletos de las manos de los transeúntes a los que se los habían entregado y había robado/robado otros para impedir su entrega. Lástima que con sus pancartas ocultaran la de los primeros. Entre otras cosas, me pregunto si también para ellos había un permiso de la Questura di Firenze, ya que a las mujeres se nos pide que nos alejemos de los lugares "transfeministas". Por último, es una pena que yo mismo, fui atacado de manera absolutamente violenta, verbalmente, por uno de ellos en particular. Después de una hora de guardia estábamos hablando, o intentándolo.
De repente, debido a un malentendido, una y otra vez Me llamaron por orden: fascista, provida, transfóbico, violento, feo de mierda y otros epítetos en un crescendo de agresividad, ciertamente susceptibles de ser denunciados. En resumen, no me habían escuchado ni entendido nada. Fue una pena que incluso les hubiera pedido sus datos de contacto para poder intercambiar material y pensamientos fuera del contexto de la plaza, pero se me negaron para variar. En cambio, mi actitud, los que me conocen lo saben, era cuando menos pacífica. Pasé dos horas y media hablando y debatiendo. Primero con la violenta transexual y luego con otro amable transexual (FtoM).
Por supuesto, esta es la última vez. El próximo ataque, será denunciado como se merece. Como mujer, también estoy cansada de sufrir violencia por parte de quienes se erigen en paladines de los derechos (y llegar a decir que esto es una gran derrota para mí, porque denunciar un sistema que revictimiza a las mujeres es tan arriesgado como absurdo).
Pero lo que quizá era aún más grave era la comportamiento del personal médico presente. Algunas enfermeras y/o médicos que pasaban o no pasaban se resintieron por el mero hecho de que se nombrara a un colega en el folleto repartido (cita de fuente pública), mientras que otros participó en la agresión que sufría, diciéndome que yo era el violentoporque hay muchas formas de ser violento" y dando apoyo y confirmación a la chica trans (MtoF) que realmente iba a ponerme las manos encima. En esencia, yo era el violento simplemente porque así me definían. No porque me hubiera comportado violentamente. Me acusaron violentamente de no pensar como ellos. Como si eso fuera un crimen en sí mismo. Lo es.
Lo considero muy grave. Yo diría que inaceptable. Y creo que es necesario un debate al respecto, también con la dirección del hospital.
En esas dos horas y media, intenté responder y explicar. Escuchar y comprender.
Debo decir que fue doloroso. Pero también importante. Mirándose a los ojos. Conozca. Y creo que es absolutamente necesario y urgente, necesitamos y debemos al menos intentar salir de la narrativa sistémica. Es un mecanismo muy peligroso este de descender desde arriba y preempaquetar ideas divisorias. Sobre el que construir despliegues. Ideas pero también prácticas que a menudo ni se ajustan a la realidad ni se discuten democráticamente a gran escala. Que se quieren convertir en leyes. Teorías que no son científicas o al menos no compartidas por gran parte del mundo científico. Hoy las cosas van deprisa. Y sobre todo a base de propaganda. Se pierde valor y sustancia. Se simplifica y se limita. En lugar de estar en la complejidad y la reflexión. También política. Pero son cuestiones que nos afectan a todos, en nuestra vida cotidiana, a nivel práctico, ético, legislativo, político, histórico y social.
Además lo digo en voz baja, yo misma, hasta cierta edad, quería ser un chico. No quería que me crecieran los pechos. Sé de lo que hablas. Y se lo agradezco a mis padres porque me acogieron sin definirme. Y sin forzarme en ningún sentido, dejándome expresarme hasta que poco a poco tomé mi propio camino, que continúa en un continuo definirme y redefinirme... libre y fructífero.
Por eso fui al presidium. Físicamente.
Y porque el 8 de marzo, algunas mujeres coautoras del libro "El trabajo sexual no es trabajo", entre ellas la propia Guerini, habían sufrido otro duro ataque y censura (cancelación de la presentación del libro tras el bombardeo de correos por parte de partidarios del trabajo sexual) en la Casa internazionale delle donne de Roma. Quería estar allí, para dar solidaridad y apoyo feminista-humano. Para decir no a la censura y a la agresión. Para dar testimonio de una práctica de confrontación sana y civilizada y de aceptación del conflicto.. Pero también porque no acepto que, independientemente de las diferentes posiciones, se utilicen tales métodos, en los que incluso las plazas del 8 de marzo se han convertido en vedadas para las mujeres que no están estrictamente alineadas con el pensamiento transfeminista.
Fui en corto porque Creo que hay que salir de este mecanismo de guetización y despliegue. Deseado por una política/mercado, que sólo tiene que controlar y vender productos/pensamientos preconstituidos que no perturben demasiado el sistema y más bien lo confirmen y refuercen. Esto es antidemocrático y anticonstitucional desde mi punto de vista. Fui porque no acepto que se me defina, una y otra vez, borrándome, como mujer y madre. Un lenguaje impuesto, decidido en un escritorio, que borra y criminaliza a las mujeres y a quienes no se alinean tomando partido, para variar (es el mismo mecanismo que el pas). Esto es extremadamente grave. Una deriva peligrosaun tema complejo que no se puede tratar con un hacha de guerra. En la piel de los niños y niñas lgbtq.
Por último, porque estoy cansado del polarización en la que, como mujeres y madres, somos definidas como fascistas por la corriente dominante de la "izquierda" y como nazi-feministas por la derecha.. Sólo para ser borrados y mercantilizados por unos y otros de diversas y diferentes maneras.
Además, probablemente tengamos enfoques y elaboraciones diferentes con la propia Guerini, a quien conocí por primera vez, aunque en general comparto su crítica y reflexividad ante el enfoque intervencionista de los bloqueadores de la pubertad infantil. Pero esta nota, no me impide compartir y contribuir a la reflexión que es de todos y aportar solidaridad ante la violencia, amenazas, censura y al mismo tiempo, oigan oigan, estar en contra de la discriminación que aún sufren las personas lgbtq en algunos ámbitos.
Eso sí, siempre que no sea al revés, es decir, que seamos las mujeres, para variar, las discriminadas. Pienso en los países anglosajones, donde te arriesgas a amenazas de muerte y despidos si no te pones a la cola. Pienso en los Trans Ley españoladonde si hubiéramos estado para el presidium Me habrían demandado por transfobia sin ni siquiera ser transfóbicoporque se ha convertido en un delito, y las pruebas están en contra del acusado-o.
Llevo mucho tiempo tratando, junto con mujeres y madres de una red nacional, el tema de la violencia misógina contra madres e hijos y la violencia institucional que sufrimos debido a leyes patriarcales que atentan fuertemente contra nuestros derechos fundamentales. En concreto, el ley 54/2006 y prácticas calificadas de "nazis" por la casación, vinculadas a la pas (síndrome de alienación parental, ahora llamado de muchas maneras: malévolo, adhesivo, hostil, madre excluyente, etc.).
Se abre un debate al respecto entre y de las mujeres, feministas históricas y no históricas, jóvenes y madres de todos los orígenes políticos, culturales y sociales. La ley 54 la quieren los pseudoizquierdistas/paritaristas y la pas la quieren los derechistas. Pero tampoco podemos hablar de esto, no recibimos ninguna solidaridad, somos censuradas por el sistema como por el transfeminismo, es inconveniente allí donde quieren que nuestros cuerpos sean objetos y nuestros hijos paquetes postales para ser reajustados aquí y ordenados en convenientes folletos allí.
En resumen lo que me parece es que Lejos de hacer una revolución que libere y deconstruya las causas de la violencia y la discriminación (empezando por la violencia misógina milenarista) está pasando de la sartén al fuego. De una explotación a otra. De una censura a otra. De una condena a otra. De una estructura de control a otra. Pero al final, si se mira más de cerca, siempre se trata del mismo sistema. La patriarcal, mercantilizadora y cosificadora.
Estamos tirando el bebé con el agua de la bañera. Me gustaría argumentar y exponer las muchas contradicciones que tiene el transfeminismo desde mi punto de vista. Siempre que sea posible. Uno para todos: estar a favor de los derechos de las mujeres y en contra de la violencia y el feminicidio, a menos que se promueva el trabajo sexual o el alquiler de úteros. Nuevas fronteras de la cosificación de la mujer y de la cosificación del niño. Borrado de la historia y de la trayectoria feminista. Humano. Pero también la nueva definición de eco-transfeminismo. Que francamente es un poco como decir que estoy a favor de la agricultura eco-transgénica. Pero, por otro lado, la reflexión se considera un enemigo. Y el razonamiento un tabú. Y te conviertes en un criminal violento sólo porque crees que una niña de nueve años, desarrollada, es y sigue siendo una niña, o si dices que como mujer y madre te sientes discriminada y borrada por un lenguaje y unas leyes que potencian al llamado "varón neutro".
Esto es autoritarismo hermoso y bueno. È oscurantismo al contrario. La gente tiene miedo de expresarse. De decir. De preguntar y dudar. De preguntar y discutir. Nuestros hijos se encuentran embotellados en las redes sociales entre porno y vídeos tik tok. Pero me han dicho que no hay propaganda transfeminista. No, claro que no.
Mientras tanto, a las madres nos arrancan a nuestros hijos, nos asesinan, nos violan, nos venden, nos torturan, nos casan de niñas, nos borran de los libros y de la historia y de la medicina masculina; y no, no creo que con el transfeminismo nuestros derechos ganen valor. Todo lo contrario. Empezando por nuestra palabra.
Sinceramente, creo que el El transfeminismo es el fruto de siglos de patriarcado y capitalismo salvaje. Un lenguaje y un sistema que yo llamaría, en palabras de Genevieve Vaughan, otra forma parasitaria del sistema "maternal" original. Con todo lo que ello implica. Y que no está haciendo los verdaderos intereses de las personas lgbtq.
Paola Pieri.