Todos los amores nacen y mueren, y cuando se acaban siempre hay quien sufre más, a veces sólo una parte, la que amó sinceramente, la otra quizá no, quizá mentía. E las mujeres de izquierdas creíamos de verdad en el amor, de todo corazón: ingenuamente nos creíamos los preferidos, nos creíamos las promesas, incluso las que parecían descaradamente falso. Carla Lonzi ya nos recordó hace medio siglo que la izquierda nos había vendido "a la hipotética Revolución", e incluso en el extranjero, las feministas planteaban la cuestión de la "doble militancia". E En todas partes, la izquierda, nacida dentro de un paradigma de pensamiento masculino, se ha comportado como el peor macho narcisista: mentiras, abandonos y devoluciones, amenazas, golpes y caricias, traiciones.
A nivel colectivo experimentamos la misma relación tóxica que tantos de nosotros hemos experimentado en nuestras vidas individuales con sus hombres: pero cuando se comparte una metedura de pata es más difícil de ver, nos convencemos entre nosotros de que fuera de ese abrazo que nos desgasta no puede haber nada, es más, hay una nada que nos inquieta y nos asusta, y nosotros solos no podemos aventurarnos en ese bosque que, como nos enseñan todos los cuentos de hadas, es un lugar de riesgo y desafío, pero también de crecimiento personal.
Cuando nos llegaban las migajas todos nos íbamos de fiesta, entonces no era verdad que no contábamos para nada, no éramos las viejas zapatillas de usar y tirar.
Pero en algún momento tienes que abrir los ojossobre todo cuando el adulterio es tan grande y tan flagrante que ya no es posible fingir que no pasa nada y mostrar sonrisas mansas: ¿y con quién tuvo lugar esta traición definitiva? Precisamente con quien criamos y educamos, tiernamente, maternalmente: cuando la izquierda era irremediablemente machista (aquí también nos lo advirtió Lidia Menapace) fuimos nosotros los que apoyamos y acogimos primero el movimiento homosexual y luego el transexual. Aquellos varones parecían frágiles, apesadumbrados, tranquilizadores, sexualmente no amenazadores, amigos sinceros y aliados convencidos en las batallas contra el odiado patriarcado. E incluso aquellos que exigían vivir serenamente con un nombre femenino y un cuerpo sufrido y reconstruido, ¿qué daño nos hacían, qué amenazas podían presentarnos?
Pues bien, en ese mismo mundo de allí, donde nos sentíamos como en casa, seguros, protegidos y relajados, nació un movimiento extraño, colorista pero agresivo, militarista (aunque no verde grisáceo), y muchos de nuestros viejos camaradas se han vuelto contra nosotros. Tantos de esos hombres cómplices de nuestras confidencias y batallas contra el odiado patriarcado han cambiado de frente, la alianza masculina de la izquierda se ha convertido en un pacto de acero en nombre de ideales comunes contados como progresistasPero detrás de este plan ideal empolla un caldo ancestral de resentimientos, envidias, rencores milenarios, deseos no expresados hacia nuestros cuerpos sexuados y nuestra capacidad de dar Vida. Los machos han hecho un bloqueo entre ellos contra nosotras, algo que han sabido hacer brillantemente durante milenios, y han tirado literalmente de la tierra bajo nuestros pies.
Brillante, incluso han creado neomujeres: las tradicionales, es decir, nosotras, estamos anticuadas: todo el mundo es mujer, todo el mundo puede ser mujer, problema resuelto. Algo no cuadra, ¿y nosotros?
Obviamente Los que seguimos dolorosamente enamorados de esta traición de la izquierda no queremos verlo, no pueden, están ciegos y sordos, y tal vez se hagan cómplices de esta farsa surrealista para negar la realidad, agitando como coco y como única alternativa a este amor tóxico que nos mantiene atados y nos desgasta el mundo negro de una derecha que francamente ya no asusta a nadie. Como quien dice, un marido simbólico que debemos tener, una ideología masculina a la que referirnos, a la que nos apegamos de por vida y a la que dedicamos nuestras mejores energías.
E si en lugar de eso intentáramos ser por nuestra cuenta? ¿Coger a nuestros hijos, nuestras cosas, nuestro mundo y "salir en espiral", como decía Mary Daly? ¿Es tan malo entre el resto de nosotros? ¿Libres de ataduras, libres, respirando?
Anna Perenna